
Las flores me gustan mucho. Un jardín lleno de flores en una casa me invita a frenar y contemplarlas al igual que una vidriera de una florería me cautiva. Pero las flores que más me atraen son las silvestres. Esas que diminutas, “frágiles”, creciendo por ahí al antojo del viento se enfrentan a la adversidad del clima embelleciendo aun más esos paisajes inhóspitos.
De camino, en el camino a Pueblo Escondido en el cerro Áspero me encontré con algunos ejemplares que hicieron de este viaje, este paseo por las sierras Comechingones, un “flor de viaje”